Sofía y Juan, tucumanos de 42 y 52 años, encontraron en una bicicleta tándem no solo un medio de transporte, sino un vehículo de vida que transformó su forma de habitar el mundo. Ella, con visibilidad reducida, y él, con años de experiencia en el ciclismo y el deporte adaptado, formaron un equipo que hoy inspira a muchos.

La bicicleta tándem -ese modelo con dos asientos y dos pares de pedales, pensado para que una persona guíe y otra acompañe- puede ser una rareza para quienes no están inmersos en el mundo ciclista. Pero para los que sí, es una herramienta poderosa de inclusión. En el caso de Sofía, le permitió volver a un recuerdo de infancia que creía perdido.

“Cuando era chica, andaba en bici con mi hermana. Me caía, volaba, pero era feliz. Después, por mi dificultad visual, dejé de hacerlo. Durante la pandemia nos preguntamos con Juan cómo podíamos volver a movernos, a disfrutar, a tener calidad de vida. Y ahí apareció la tándem. Cuando la probamos, algo se encendió dentro mío. Esa huella de la niñez estaba más presente de lo que pensaba”, cuenta Sofía a LG PLAY.

Desde ese momento, la bici no fue solo una forma de salir a pasear. Se convirtió en una extensión de su cotidianeidad. “Vamos a todos lados. Es nuestra manera de vivir. Yo me relajo, confío plenamente en mi guía. Él ve por los dos. Y eso me da una libertad que no sabía que podía volver a tener”, dice.

La confianza entre quien guía y quien va detrás es esencial. Lo mismo que la empatía, la comunicación y el ritmo compartido. Para Juan, que desde hace años impulsa el deporte adaptado, esta experiencia también lo transformó. “Usé la bici toda mi vida, pero nunca la disfruté tanto como ahora. Compartirla con Sofía, y ver lo que provoca en otras personas, nos abrió un mundo. Esta bici nos proyectó. Viajamos, conocemos gente, participamos de movidas sociales. Se volvió una misión”, comenta.

Una de las travesías que los marcó fue la que emprendieron desde La Quiaca hasta Buenos Aires. Más de 2.200 kilómetros pedaleando juntos. “No sabíamos si íbamos a poder hacerlos, pero lo logramos. No solos, siempre en comunidad. Esa es otra enseñanza que nos dejó la bici: la fuerza del acompañamiento”, reflexiona.

El entusiasmo con el que relatan su historia es contagioso. Y es lo que buscan generar. Por eso se vinculan con organizaciones como Meta Bici, que promueven el ciclismo urbano, las ciclovías y las políticas públicas que apuntan a una ciudad más segura para todos. “Hay mucha gente con discapacidad encerrada en sus casas. Nosotros tuvimos la suerte de descubrir esta llave de la felicidad. Queremos que se conozca, que se use, que se comparta”, dicen.

A lo largo del país, en cada bicicleteada, en cada actividad de la Semana de la Bicicleta, en cada esquina donde se abre una ciclovía, Sofía y Juan suman sus pedaladas por un futuro más inclusivo. Porque, como ellos dicen, hay algo en el simple acto de subirse a una bici que sólo se puede sentir.